jueves, 3 de noviembre de 2016

Empresas centenarias argentinas

Hace un año publicamos una nota aparecida en Clarín acerca de las empresas familiares más antiguas del mundo, con el hotel Houshi Ryokan, de Japón, encabezando la lista (fue fundado en el año 718). En esta oportunidad reproducimos el texto del suplemento Ieco del 2/10/2016 en el que se mencionan los casos emblméticos de empresas (con fines de lucro) argentinas centenarias.

Empresas centenarias: un libro de recetas para la supervivencia

Inmigrantes pioneros
Hay más de 80 compañías con más de 100 años. Delfino acredita 178 años y es la de mayor trayectoria. Bagley, Aguila, Quilmes y los casos más notables. 

Con 17 años de edad y las valijas cargadas con más ilusiones que ropa, llegó Bernardo Delfino a Buenos Aires. En 1838 fundó Delfino, una empresa enfocada en el comercio marítimo, continuando así una tradición de su familia genovesa. En 1864, el norteamericano Melville Bagley, un visionario de los negocios, funda su propia empresa, Bagley, lanzando al mercado Hesperidina, un licor de naranja que compitió mano a mano con la ginebra y la grapa, las dos bebidas alcohólicas más populares de esa época.
Aquellos dos emprendimientos continúan en pie y sus testimonios constituyen parte de la historia del país. El de Delfino es el caso más notorio: se trata de la empresa más antigua de la Argentina (178 años) y que, además, es gerenciada por descendientes directos de don Bernardo. Bagley, en cambio, pasó a ser controlada por un joint venture entre Arcor y la francesa Danone.
De cualquier modo, las dos pertenecen al exclusivo club de las más de 80 empresas centenarias (locales y multinacionales) que continúan en actividad, entre ellas Bunge y Born, Ford, Magnasco, Rigolleau, Giesso, Grimoldi, Bieckert, Ledesma y el Citibank. Sus trayectorias son verdaderos manuales de supervivencia, de adaptación a los cambios históricos y económicos de un país acostumbrado a los ciclos de alzas y bajas abruptas. Las empresas, en todo caso, son como capas geológicas de esas etapas.
Para los estudiosos, la primera camada empresaria del país corresponde al período 1838-1880, convulsionado por las guerras internas y con un Estado nacional en formación: llegan las primeras oleadas inmigratorias de las cuales surgen las primeras alimenticias, lácteas, cerveceras y bodegas. La Argentina que se encontró Delfino, en 1838, tenía menos de 1 millón de habitantes (913.000) y su PBI era de US$1.048,6 millones, según indica el libro “Dos siglos de economía argentina”, un compilado de ensayos y estadísticas dirigido por el economista Orlando Ferreres.
“Bernardo empezó a transportar cueros provenientes del sur de la Provincia de Buenos Aires hacia la isla de Cerdeña”, recuerda Julio Delfino, el actual CEO de la compañía y uno de los integrantes de la sexta generación familiar. De lo poco que se sabe, el fundador consolidó a la empresa en el mercado de transporte de cargas y pasajeros a Europa, que afrontó períodos turbulentos y pese a todo “sigue haciendo negocios en la Argentina, lo que es muy difícil. Cada generación cuidó a la empresa como a su familia”, remarca Julio. Delfino tiene hoy 50 empleados en el país.
Justo es decirlo: el Banco Provincia, fundado en 1822, acredita 16 años más que Delfino. Pero en aquel período surgieron Magnasco (1855), Bieckert (1860), Bagley (1864), Canale (1875), Bullrich (1867) y Aguila (1880), entre otras. Magnasco nace por impulso de tres hermanos italianos (Luis, Fortunato y José), que emigraron desde Italia y fueron pioneros en la elaboración de quesos locales, como el Goya y el Chubut. La empresa continúa dirigida por herederos de la familia fundadora.
Bagley, un humilde granjero, llega en 1862 desde los Estados Unidos, escapando de la Guerra de Secesión. Y dos años después inicia su notable trayectoria como empresario. Con el éxito de Hesperidina y cansado de tantas falsificaciones, impulsó la creación del Registro Unico de Marcas y Patentes (1876) y así, Herespedina es la primera marca registrada en el país. Diversificó su cartera y en 1875 lanza Lola, la primera galletita elaborada en el país. “Fue el que inauguró la producción industrial de galletitas, ya que antes se importaban desde Inglaterra” dice Eduardo Inhargue, un alto ejecutivo de la marca.
Su legado abarca varias marcas entrañables, como Opera, Criollitas y Traviata. “En investigaciones de mercado surge que muchas marcas son muy valoradas por el consumidor. Muchos las recuerdan desde su niñez”, añade Inhargue. Es un dato relevante, ya que la Argentina es el país con el consumo de galletitas más alto del mundo: 12 kilos anuales per capita.
Aguila fue creada en 1880 por el francés Abel Saint: chocolate por la noticia. El dato es conocido, pero la empresa, radicada en Barracas, inicialmente fue un comercio de café tostado. La trayectoria de Aguila atravesó un largo proceso de expansión (al igual que el país), sobre todo entre los 30 y los 70. “Con Laponia fueron pioneros en la elaboración industrial de helados y llegaron a tener más de 100 productos”, explica Nicolás Alegre, director de Marketing de Arcor, la empresa dueña de la marca. ¿Qué pasó desde su época de gloria hasta su declinación? “La crisis de finales de los 70 produjo que muchas de las empresas familiares terminaran en manos de otros grupos económicos”, añade el ejecutivo.
Entre 1880 y 1914 fue el período industrial y agroexportador. La Argentina multiplicó en esos años casi 7 veces su PBI (de US$3.928 millones a US$27.563 millones), lo que atrajo inmigrantes –la población pasó de 1,8 millones a 8,3 millones– e inversiones de todo el mundo. Y se radican varias multinacionales, entre ellas el Citibank. Su caso es una postal de época. Al inaugurar su primera sucursal, el Citi la promocionaba como “la filial de los 21 idiomas”, ya que sus empleados dominaban alemán, polaco, inglés, esloveno, griego, ucraniano, francés, búlgaro, turco y el yiddish, entre otras lenguas.
La Argentina era el “granero del mundo” y la décima potencia económica. En ese período desembarcaron varias multis, como Ford (1913), Shell y Michelin (1914). Y se fundan Alpargatas (1883), Bunge y Born (1884), Quilmes (1888) y Piccardo (1898). “Les tuego que presten mucha atención a lo que está pasando aquí en cuanto al desarrollo manufacturero”, les advertía el presidente de la Cámara de Comercio Británico en la Argentina a las autoridades de su gobierno.

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